[Reseña] Palabras que burbujean como un refresco

Sinopsis & Ficha Técnica

Tráiler

Reseña

Después del tremendo éxito de Your Name hace unos años, que impulsó el interés por los largometrajes de anime entre un público que hasta ese momento apenas conocía las series más populares, han salido al mercado decenas de propuestas similares, en nuestra opinión algunas más acertadas que otras.

Dejando a un lado a los tres maestros de la animación japonesa (Makoto Shinkai, Mamoru Hosoda y Hayao Miyazaki) pocas son las películas que nos han resultado memorables desde ese momento, al menos desde un punto de vista occidental. Pero eso si, cuando una destaca entre el resto, quedará en nuestro corazón para siempre. 

Pues bien, con “Palabras que burbujean como un refresco” casi cometemos un tremendo error. Debido a su título y al poster promocional pensábamos que sería una de esas películas de verano sin pretensiones, en la que un grupo de jóvenes tendría ciertas vivencias típicas de un slice of life, con algo de romance, un toque de comedia y poco más. No nos llamaba nada la atención, pero le dimos una oportunidad gracias a la recomendación de una amiga que comparte muchos de nuestros gustos. Y menos mal porque… ¡nos encantó!

Dirigida por Kyōhei Ishiguro, director de la maravillosa Your Lie in April (que aprovechamos para recomendar también) y realizada por el estudio Flying DOG, que además celebra su décimo aniversario, nos llega esta preciosa película que podéis ver en Netflix tanto en VOSE como doblada al castellano (aunque nosotros siempre recomendamos VOSE), donde los haikus y la música nos harán vivir un verano inolvidable. Música por cierto compuesta por Kensuke Ushio, al que a lo mejor conocéis por su trabajo en A Silent Voice.

Lo primero que nos gustó es que se aleja del entorno escolar tan típico de este género “adolescente”, ya que se desarrolla durante las vacaciones estivales, y pone el foco de atención en un centro comercial, el barrio aledaño y algunos de sus comercios y servicios.

Así que casi sin quererlo ya nos habíamos dejado absorber por su naturaleza cercana y amigable, conociendo a los dos protagonistas que nos enamorarían durante la hora y media siguiente. Por un lado tenemos a Cherry, un chico tímido y callado, que se comunica mediante Haikus (poemas cortos de 5, 7 y 5 sílabas, originarios del país nipón), ya que le ayudan a expresarse mejor y a poner en orden sus sentimientos. Y por otro tenemos a Smile, una influencer que se dedica a mostrarle a sus seguidores todo aquello que le parece kawaii, pero que sufre una inseguridad tremenda con uno de sus rasgos físicos, que además será uno de los pilares fundamentales de la historia.

El hecho de que Cherry plantee haikus en casi cualquier situación otorga un tinte muy poético a sus líneas de diálogo, en contraposición con la inocencia y la espontaneidad de Smile, que vive por y para su Smartphone. Esto ya nos plantea las dos caras de Japón, por un lado el toque tradicional de Cherry, que le viene de su padre, y por otro la vorágine tecnológica que nos cuenta Smile, que forma parte de la generación digital.

Estos dos puntos de vista nos mantienen durante toda la película en un cambio constante de ritmo, pero que funciona a las mil maravillas, porque vemos como ambos son capaces de convivir con sus diferencias, incluso de potenciar sus puntos débiles y transformarlos en fortalezas. Además, constantemente les acompañan unos personajes secundarios bastante curiosos, poco trabajados debido a que el metraje no da para más, pero lo justo como para que Cherry y Smile se apoyen en ellos para desarrollar sus historias.

Hasta aquí todo parece bastante normal y sencillo, pero a partir de la segunda mitad de Palabras que burbujean como un refresco hay un evento que le da el pistoletazo de salida al apartado dramático, dándole un cambio drástico al tono de la película, que hasta ahora era un slice of life de manual. Lo logran introduciendo un objetivo común para todos los personajes, que deben centrarse en la búsqueda de un objeto determinado, lo que nos tendrá en vilo hasta los últimos minutos de manera sobresaliente.

A nivel técnico y desde un primer momento, sorprende por su uso del color y su carga cromática. Tonos pastel supersaturados protagonizarán los escenarios del centro comercial y sus alrededores, dándole una calidez impresionante a la animación, que ya de por si se muestra muy correcta y expresiva. Eso si, su estilo carece bastante de texturas, apostando por los colores planos y las sombras naturales, pero no por ello sentiremos que nos falta algo, ya que todo está muy bien compensado, con un dinamismo digno de mencionar.

Otra de sus bondades es que no peca de exceso de metraje, aunque si presenta en cierta manera el ritmo lento y contemplativo característico del cine asiático; en muchas ocasiones este tipo de tramas son estiradas para lograr ese extra que las aleje de la barrera de hora y media, rompiendo la magia y el ritmo. Sin embargo, los 87 minutos de Palabras que burbujean como un refresco están aprovechados al máximo, no hay ni un segundo de relleno, y el visionado nos dejó un estupendo sabor de boca.

Y para terminar, si gracias a esta reseña veis la película y os gusta, ¡recomendadla! Porque si no, será un anime más de Netflix relegado al olvido, ya que el servicio de streaming tiene la mala costumbre de no promocionar este tipo de productos, y muchos de sus suscriptores ni siquiera se enterarán de que ya está en catálogo.

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